Esperit de la missatgeria

«Había comenzado el período de Siva el Restaurador. La restauración de todo lo que hemos perdido», Philip K. Dick, Valis.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Lost como síntoma (y2) La hora de los mamporros

Otra cuestión interesante que se puede deducir de Lost lo constituye el papel primordial de la violencia como sistema de relación humana; el televidente puede inferir si hace caso a la serie que los conflictos se dirimen a puñetazos -cuando no a disparos. Para un televidente americano medio la violencia ya no es que sea una posible solución, es que deviene el impulso inicial y más poderoso.

Si algo demuestran las teleseries americanas fantásticas de más éxito es que para el imaginario estadounidense todo se puede arreglar con una buena paliza, como si la ley aplicada a los cuatreros se hubiese grabado a fuego en las conciencias y aún no pudiesen salir de esa mentalidad. ¿Cuántos conflictos se resuelven a puños en Lost o en Walking dead?


Un ejemplo entre otros de Lost lo hallamos en su capítulo 17 de la primera temporada. Queman el barco de Michael y éste culpa al coreano Jin. Después de propinarle la correspondiente tunda, Michael descubre que su suposición no era acertada. ¿Cómo lo resuelve? Ni reflexión sobre lo equivocado de una acción directa violenta ni nada. Michael explica a su hijo pequeño que that’s life (sólo falta Sinatra), padre e hijo se abrazan sonrientes y pelillos a la mar. Hasta el siguiente combate. No extraña que en esa cultura fermentara el Club de la lucha.

Por citar otra referencia pop apropiada para los productos culturales generalistas fabricados en los Estados Unidos, siempre llega la hora de los mamporros, expresión favorita de la Cosa, el superhéroe de los 4 fantásticos. En Lost esa hora llega muy a menudo. De hecho, pueden citarse infinidad de influencias puesto que la serie se trata de un pastiche posmoderno, con referencias pop como Indiana Jones en el templo maldito, Tiburón, Náufrago, La guerra de las galaxias..., todos ellos referentes de la cultura popular hollywoodiense nacida con los nuevos aires de los setenta y sus chicos de oro. El público necesita saber qué suelo pisa y con las citas satisface esa necesidad. Para eso sirven las risas enlatadas.

En esa radiografía social que es la serie no deja de ser sintomático que el personaje más violento y perturbado sea la agente del orden Ana Lucía, pura agresividad con arma, que sería una aspirante perfecta al cuerpo de antidisturbios de la policía autonómica catalana bajo la dirección de Felip Puig o de las fuerzas del orden de Bush hijo, una Ana Lucía violenta, desconsiderada y planificadora de tretas para llevar al grupo a unas prácticas más agresivas, para lo cual están más que predispuestos, como ya se ha visto. Se detectan las típicas incoherencias prepotentes de quien ostenta el poder máximo, como por ejemplo que el personaje iraquí sea el torturador, eso en una serie producida en los Estados Unidos, el país de Abu Ghraib y de Guantánamo. Mejor tomárselo a guasa.

Viendo a la antigua agente del orden Ana Lucía, la pregunta casi se formula de manera automática: si ella es el bien, ¿cómo es el mal?

2 comentarios:

Òscar Roig i Carrera dijo...

Massa facilitat per les hòsties típicament ianqui, estic d'acord! Però em segueix semblant bastant més que un pastiche aquesta sèrie. Diversos personatges tenien una ambigüitat i una complexitat bastant aconseguida. Qui més per mi el Benjamin Linus que per més maldats que li veia fer sempre estava disposat a pensar que ho feia a fi de bé!

El missatger dijo...

Bon dia Òscar.
Si no estic en contra dels pastitxos, no ho deia en un sentit pejoratiu; ho trobo gairebé consubstancial al posmodernisme. Més aviat era una descripció i no un judici de valor. Citar molt (o poc) no fa millor o pitjor a una obra, encara que sí denota. Tot depèn de com es cita i a qui. I Abrams cita molt al cinema comercial del nou Hollywood, el de la generació Tauró-La Guerra de les Galaxies-Indiana Jones.
Salut i cites!