Esperit de la missatgeria

«Había comenzado el período de Siva el Restaurador. La restauración de todo lo que hemos perdido», Philip K. Dick, Valis.

jueves, 1 de marzo de 2012

Clones que sueñan con sus derechos laborales

Moon, la joya con la que debutó en la gran pantalla Duncan Jones, se desarrolla y actualiza la idea del doppelgänger, el doble diabólico, la sombra, que incluso alcanzará al hombre en su época de conquista espacial. De hecho, la Luna es el escenario ideal para lo lunático. Doppelgänger sólo que la razón del desdoblamiento no es psicológica sino una clonificación con el mismo operario repetido decenas de veces sin que cada clon sepa de la existencia de anteriores compañeros. De esta forma se introduce una variante del tema muy interesante, con el doble que ya no será tanto la sombra aglutinadora de los bajos instintos, sino un inocente experimento científico ajeno a su condición. Más bien los dobles infernales serán aquellos que han creado a los clones haciendo caso omiso de la mínima empatía humana.
El film goza de un muy buen diseño de producción, pero aunque resulte excelente no es en lo que más detaca Moon. Todavía dispone de una baza mejor: plantea un conflicto de gran calado, con implicaciones sociales y metafísicas. ¿Qué derechos tiene un trabajador? ¿Qué es la identidad? ¿Cuáles son los límites de la individualidad? ¿En qué consiste el poder en el periodo tardocapitalista? En definitiva: ¿qué es ser un ser humano y en qué consiste vivir? Como en las grandes obras de fantasía, se reflexiona de grandes cuestiones sin aspavientos, mostrándolo sólo al fondo del plano, casi traslúcido, una energía apenas visible pero que agita toda la obra.
El film se abre con un anuncio comercial de la empresa que transforma material lunar en energía limpia de fusión. En el anuncio, de factura convencional, se compara la cruz de la moneda (que sería equivalente a la situación mundial en el momento en que se produjo el film), con fuentes de energía caras y en extremo contaminantes, con el presente diegético, la cara de la moneda, el presente del relato, un momento en que esas fuentes de energía han quedado superadas por una piedra extraída de la Luna y que permite energía nuclear de fusión.
Tras la información contextual empieza el relato propiamente, con la aparición de Sam, el protagonista, un astronauta en una estación lunar extractora del material con que se obtiene la energía. El astronauta está a punto de regresar a la Tierra tras tres años de soledad absoluta en la estación, con la única compañía de unas plantas y del ordenador de a bordo. La soledad empieza a hacer mella en el astronauta, que está deseando reunirse con su mujer y su hija.



Sam sufre un accidente a bordo de un vehículo lunar. Al despertar, se halla de nuevo en la estación, provocando una sensación de extrañeza en el espectador. ¿Ese es Sam? El hombre ha despertado antes de lo que tocaba, pero, ¿no acaba de accidentarse afuera de la base? Entonces se descubre que no se trata del mismo Sam, que el del inicio todavía se halla en el vehículo lunar, rescatado entonces por el Sam 2.
Ante el pasmo de los dos Sam, caen en la cuenta de que son dos clones de un Sam ancestral. La corporación repite la misma secuencia: los despierta, los mantiene un tiempo en la estación, luego tienen el mismo accidente con el vehículo lunar cuando teóricamente han de retornar a la Tierra, y entonces despiertan a otro clon. Nunca coinciden y viven engañados ese tiempo hasta su muerte. Un tiempo del eterno retorno pero entendido infernalmente.

La corporación dispone de esa manera de unos trabajadores clones trabajando en lugares de extrema peligrosidad dada la exigencia psicológica, sin que en la Tierra se sepa de su condición de clones esclavizados, cuya existencia se basa en el engaño. Una vez ha pasado su plazo de faena, por una versión biológica de la obsolencia programada, la corporación desecha el viejo clon (haciendo que parezca un accidente, para más homenaje a la mafia) y saca un nuevo clon del horno, gracias al cual el bucle eterno continúa.
Un error ha permitido coincidir a dos esclavos de la era espacial y desentrañar el truco, puesto que están programados genéticamente para que no coincidan. Lo que recuerdan ambos de su amor esperando en la Tierra y de su hija de pocos años, obviamente el mismo recuerdo implantado en ambos, no se trata de otra cosa que de un implante con pocos visos de corresponderse con el presente terráqueo. Nadie los aguarda. De hecho, como averiguarán más adelante, la mujer ya ha fallecido. Cuando llega su plazo, los clones enferman, y en principio mueren por el gas de la máquina que en teoría los criogeniza para trasladarlos a la Tierra.

Getry, el ordenador de la base constituye el tercer personaje en liza; inevitablemente remite al Hal 9000 de 2001, de tal manera que se juega con el horizonte de expectativas del espectador, quien espera que sea el enemigo de los protagonistas clonados, pero en un proceso similar al Aliens de Cameron, el ordenador Getry acaba manifestado una personalidad encantadora, con la voz de Kevin Spacey conformando uno de los grandes personajes del fantástica de las últimas décadas y otro más en la galería de monstruos adorables.
En una lección para especuladores varios, la computadora Getry se apiada de Sam, demostrando ser más humano que los propietarios humanos, tiranos que castigan a una vida de mentira a otro ser humano y a una muerte prematura a cambio de la cuenta de resultados de la empresa. De hecho, uno de los raros momentos de humor se produce en una las conversaciones del film entre Sam y Getry, cuando el clon Sam le informa al ordenador Getry que los humanos no se programan, puesto que son humanos. Y lo dice él.
En primera instancia Moon niega la posibilidad de salvación para el conjunto de clones, pero al menos le concede a dos percatarse de la verdad, ver lo que sucede en la caverna. Con todo, voces en off al final del metraje informan de las acciones del Sam despierto, una vez se ha colado en un cohete de la corporación y ha llegado a la Tierra: denuncia a la compañía. No podía dejar a sus otros yo abandonados. Las acciones de la compañía caen. La última voz que se escucha en el film expone el punto de vista defensor de la corporación de emprendedores: Sam o es un loco o un emigrante ilegal. En definitiva, el discurso típico de estas corporaciones cuando se pone sobre el tapete sus tejemanejes.
A diferencia de la emoción ególatra concitada normalmente por el cine de Hollywood, basada en efectos espaciales, trucos propios de trileros o simple adrenalina derrochada, Moon demuestra con maestría cómo generar emociones partiendo únicamente del conflicto dramático.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En el seu moment em va passar desapercebuda. Ara ja sé que cal veure-la. El tema és interessant. Mira que si fos la resposta a tanta alienació!

Tornaré per aquí.

El missatger dijo...

Quan la vaig veure, després de les teves entrades traçant analogies entre Hal i el Golem, vaig pensar en tu, Enric. És una versió alternativa.
A veure què et sembla.
Salut!