Esperit de la missatgeria

«Había comenzado el período de Siva el Restaurador. La restauración de todo lo que hemos perdido», Philip K. Dick, Valis.

domingo, 7 de abril de 2013

Arte elevado, popular y underground (La Venus del subterráneo, 3/6)


La cultura del rock comenzó su singladura durante la denominada por Boltanski y Chiapello segunda fase del capitalismo, la fase en que los ataques de Marx o de los artistas modernistas habían obligado a los actores principales del sistema (sector gobernativo y magnates económicos) a buscar una forma intermedia pactada con sindicatos y con sectores de izquierda, la sociedad del bienestar, así como asimilar una forma cultural contestataria, la contracultura. Esa fase del capitalismo se extendió hasta finales de los setenta, sustituida por el neoliberalismo, sus desregulaciones, la seguridad de que el Mercado equilibraría por sí mismo la sociedad o la eliminación de la crítica por una doble vía de enaltecimiento del pensamiento único (vía del consenso) en lo cultural, mientras que en lo económico se potenciaron los productos culturales masivos, apoyados por grandes campañas de marketing y por miles de derivados de mercadotecnia.
Dentro del ámbito artístico una de las categorías que ha operado durante las décadas del capitalismo consumista y del tardocapitalismo ha sido la del underground, noción que prolonga el concepto modernista (y tradicionalista también) del arte culto elevado en contraposición al arte popular, pero como es propio de una cultura que ha vivido el influjo del materialismo histórico o que ha generado la contraculturalidad, refleja el concepto de elevado a la inversa, creando una noción que casi llega a ser una categoría estética; durante los sesenta, el arte subterráneo se valora como el más interesante por los valores vanguardistas del riesgo, lo subversivo, lo trasgresor. Con todo, sigue siendo un arte para minorías de entendidos (de hipsters) que tienen el gusto suficiente para valorar la subversión de las normas incluida en esas obras.
Para comenzar, la industria cultural en especial los cazadores de talento y tendencias son en general personas provenientes de la contracultura, convertidos por ello en «especialistas» de ese sector según la nomenclatura de la tecnocracia, conocedores de las normas explícitas e implícitas en ese grupo y en lo que exigiría el público potencial. Los trasvases entre los sectores de la industria cultural a cargo del negocio (editores de libros, directivos de discográficas, analistas en los medios de comunicación, etc.) y los sectores contraculturales resultan mucho más habituales de los podría parecer a juzgar por ciertos ademanes y discursos proferidos desde la contracultura.
En cuanto a la recepción de las novedades culturales, si se analiza desde esa perspectiva, se observa el mismo recorrido desde el underground o los sectores cultos experimentales hasta la escena mayoritaria, un movimiento de lo clandestino a lo público e incluso a lo institucional. Durante las primeras décadas de la cultura del rock, la dimensión underground contracultural se unió con la dimensión popular, produciendo una música subterránea pero que copaba listas de éxito, (casos como David Bowie, los Doors, Sex Pistols y tantos otros lo atestiguan); una de las razones se halla en la rápida utilización de estrategias publicitarias para vender el producto, incluso aprovechando el lenguaje de la publicidad en la obra misma, caso del propio Warhol en las artes plásticas. El Pop Art muestra la contradictoria tendencia de la vanguardia americana, capaz de proseguir con los hallazgos de la europea, en el caso del Pop Art siguiendo el Dadaísmo, pero insertándolo sin rubor en una dinámica de recepción masiva de la obra, con el lenguaje adaptado para obtener audiencias amplias.

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