Esperit de la missatgeria

«Había comenzado el período de Siva el Restaurador. La restauración de todo lo que hemos perdido», Philip K. Dick, Valis.

viernes, 19 de julio de 2013

De la estética de la violencia en el fotoperiodismo (2/2)

La fotografía de Denis Farrell retratando los disturbios en la Suráfrica del siglo XXI se adscribe en la estética gráfica de la violencia del fotoperiodismo más tradicional, cuyo rastro puede seguirse en muchos de los conflictos bélicos de este siglo y del pasado; podemos encontrar sus antecedentes en las torturas de Abu Ghraib, en la ilegalidad de Guantánamo, en la guerra afgano-rusa, en la desmembración de Yugoslavia, en Ruanda, Camboya o Corea. O Vietnam. 
El policía caza al agitador, pero a su vez el objetivo de la cámara lo caza a él, y los dos son cazados por el espectador que desayuna tranquilamente en su hogar mientras contempla la instantánea. ¿Quién lo atrapa a él? Tal vez el medio de comunicación que sobrevive ofreciendo este material a sus lectores y cobrando por sus anuncios.
Muchos fotógrafos y corrientes estéticas aparecen en el trasfondo de la imagen. Como Bresson, Farrell capta un instante fugaz, el momento de la detención, sin que los protagonistas de la acción se den cuenta de que son retratados, o como mínimo sin que saberlo cambie su forma de proceder. Como Dorothea Lange, Farrell retrata las consecuencias de una crisis (las de la depresión americana en Lange, las de Sudáfrica combinadas con la globalización en Farrell), aunque, a diferencia de la fotógrafa de los años treinta, en este caso no parece ser una foto dirigida. Incluso tiene algo de Salgado al exponer la miseria a la cámara, aunque sin buscar el embellecedor efecto plástico salgadiano. No se percibe una épica de la desgracia; sólo la amenaza latente de los dos sujetos, una agresividad apenas reprimida.
Con todo, y como imagen de la estética del horror, a quien realmente evoca la imagen es a a una imagen clásica captada por Eddie Adams en Saigón: 

Recuerda por la simplicidad de sus elementos constitutivos, y por un sentido más complejo del que aparenta. 
 Aquella instantánea tan dura fue tomada como un estandarte contra la guerra y sus atrocidades. Un policía survietnamita ajusticiaba a un sospechoso del Vietcong ante el objetivo de la cámara. Sin embargo, y como en el caso surafricano, para hallar su sentido se debe bucear a más profundidad, dejar la superficie. El muerto había traicionado a varias personas; por su culpa, habían asesinado, entre otros, a varios niños. Como en el caso surafricano, la asignación del papel de víctima o verdugo varía cuanta más información se obtiene de la imagen.
Con todo, aquella imagen de Eddie Adams sí estaba preparada, como mínimo por el policía survietnamita, quien, conocedor de la presencia de los medios de comunicación extranjeros, llevó ante ellos al sospechoso del Vietcong, se colocó junto a él de tal manera que favoreciera a los fotógrafos (el sospechoso de frente, él de perfil), y disparó. De nuevo el cazador cazado, lo que vale tanto para el delator del Vietcong, como para el verdugo atrapado por la cámara, e igualmente para los espectadores que contemplan estremecidos la imagen de la barbarie humana. De hecho, el punctum de la imagen, por utilizar la expresión barthesiana, el detalle que que concentra toda la fuerza significante de la foto, se encuentra en la sonrisa del soldado que contempla el ajusticiamiento,
La conclusión final es que en casos de agresividad extrema tanto la conducta humana como el juicio sobre la misma quedan trastocados. La violencia se retroalimenta a sí misma en un círculo infernal de venganza, pudiendo convertir a cualquiera en verdugo. Pese a ello, los verdugos temporales acaban transformados inevitablemente en víctimas, esclavos o partícipes de una violencia que no soluciona ningún conflicto sino cuya sinrazón última es destruirlo todo. Como decía uno de los lemas clásicos de los soldados estadounidenses en Vietnam: Search and destroy.
La barbarie forma un círculo cerrado en sí misma que engendra nuevos actos de brutalidad reactivos. Por condición intrínseca, ningún acto violento facilitará la liberación y salida de ese círculo infernal. 

2 comentarios:

Josep dijo...

De la denúncia al morbo, en menys de tres passes, oi? Omayra Sánchez

El missatger dijo...

Allò va ser terrible, Josep. Convertir en espectacle la misèria o el dolor sempre parteix de la morbositat.
Salut!